Para la reflexión de esta semana comencé a preparar una especie de continuación del Botiquín Emocional presentado en la entrega anterior; pero en el camino mi propio Botiquín Emocional tuvo la suerte de llenarse con una conversación maravillosa (gracias a la generosidad de personas maravillosas).
Y decido apostar por el cambio y la espontaneidad para cambiar la reflexión y permitirme hoy compartir con ustedes un desafío diferente.
¿Alguno ha tenido la oportunidad de cruzar un río?, quienes no hayan tenido la oportunidad de experimentarlo directamente, ¿podrían hacer un esfuerzo e imaginar la escena?
Me imagino a mi misma buscando llegar a ese río que por tanto tiempo esperé cruzar, el río que me separa de una tierra hermosa, frondosa, llena de vida, en donde quiero estar. Sé donde está esa tierra, sé donde está el río que me separa de ella; pero aún me encuentro “preparándome” para cruzar ese río.
Creo necesitar muchas cosas: ropa especial, sogas, equipo de seguridad, una brújula… Escucho historias diversas, no es fácil dicen algunos, hay quienes no pudieron. Tengo miedo. Lo anhelo pero reconozco que tengo miedo. Y el temor me lleva a seguir preparando mi travesía, mientras tanto, la tierra frondosa sigue esperando por mí y yo sigo anhelando llegar a ella.
Hoy he caminado hasta el borde del río, me he atrevido a mirar lo que me espera. Y resulta que no necesito ni cuerda, ni brújula. Solamente la decisión y el coraje de querer cruzar y llegar a la otra orilla.
Puedo quedarme aquí y mirar la tierra que anhelo. O puedo atreverme, confiar en mí y sumergirme en el agua fría para alcanzar mi sueño.
Tú, ¿qué decides?
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