Cuando me presente ante Dios al final de mi vida, espero no tener ya ni un ápice de talento y poder decir: “Usé todo lo que me diste”.
Esta frase la tengo en un lugar especial de mi oficina, muy cerca de mi escritorio de trabajo. Refleja un pensamiento, una emoción, una convicción que anhelo tener presente en mi día a día…
Hace un par de semanas recibí la noticia de que un tío muy querido finalmente descansaba, ya estaba delicado y habían sido muy duras sus últimas semanas… me dio pena, pero fue una pena calma pues me reconfortaba saberlo en paz, descansando, habiendo partido rodeado del amor y cuidado de su familia… además había tenido la suerte (y decisión) de visitarlo un par de meses atrás y poder pasar una tarde feliz con él, compartiendo, riendo, despidiéndonos aún sin que lo dijéramos…
Además, al pensar en su vida pensaba en una vida plena, vivida siempre con amor, con generosidad, con la fortuna de envejecer junto a su esposa querida, ver nacer y crecer a sus nietos… habiendo escrito un libro, plantado la semilla de un árbol (que hoy es un señor árbol hermoso y frondoso) … y lo imaginaba tal cual, ante Dios vacío y pleno, porque dio todo lo que había recibido…
Tan sólo al día siguiente recibí como baldazo de agua fría la noticia de la muerte de uno de mis ex coachees, un ejecutivo joven y brillante sobre todo por la increíble mezcla de talento, inteligencia y humildad. Para mí había sido un lujo trabajar junto a él, haber sido su coach y estoy convencida que aprendí de él incluso más de lo que seguramente le pude brindar. Su partida había sido abrupta, intempestiva… dejando una familia joven, hijos pequeños… muchísimo por delante, por vivir… qué dolor…
¿Cómo digerir una partida así? ¿Cómo seguir mirando ese letrero que tanto me inspira si la vida puede desaparecer en un instante?
Y luego de sentir revolverse todo por dentro me quedo con algo que sé, que escribo, que digo y que sigue siendo (para mí) un desafío permanente:
“Aquí y ahora”.
El aquí y ahora es lo único que tenemos, el momento presente y cómo elegimos vivirlo. La vida es frágil y efímera al final, y en nuestras manos está sólo la posibilidad de elegir cómo la vivimos.
No sabemos ni podemos elegir la extensión o el tiempo del que dispongamos junto a nuestras familias, amigos, entorno, con los talentos recibidos… lo que sí podemos, lo que sí puedo y quiero es seguir eligiendo y comprometiéndome con no posponer ninguna alegría, con decir más veces sí que no, con probar, arriesgarme, equivocarme, corregir, enmendar, disculparme y volver a lanzarme...
El “Usé todo lo que me diste” lo entiendo ahora ya no como una copa vacía por haber llegado al final de los días deseados, sino porque en el día que corre, en el momento presente estoy utilizando los talentos que tengo para compartir, para servir, para vivir...
Y a ti, ¿qué te ayudaría a vivir con mayor consciencia tus talentos en el aquí y ahora?
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