Hoy desperté con una canción de mi chiquititud en los labios, “Mis Amigos” de Hombres G. Quizás a la mayoría le resulté totalmente desconocida pero para algunos (especialmente quienes compartimos aquellos años mozos de colegio) seguramente no solo recuerden el título de la canción sino que incluso ya han comenzado a tararear en su cabeza la melodía y hasta con letra incluida.
Decía algo así:
“…Y tus amigos que siguen unidos,
que sólo esperan estrecharte en sus brazos,
y ayudarte otra vez.
Y ya no quedan lágrimas ni dolor,
sólo un vaso de cerveza y una canción.
Y en cualquier fiesta, encontrarás un amor o dos o tres,
los que tú quieras, los que te pida el corazón.
Abrázate a tus amigos, haz como yo.
Porque si tu amor se fue, tus amigos están aquí.
Si tienes que beber, tus amigos están aquí.
Si no te encuentras bien, tus amigos están aquí.
Si tú sientes que el sentido vas a perder,
tus amigos sabrán qué hacer...”
Luego de una noche de reencuentro con amigas con quienes vengo compartiendo más de 20 años de vivencias (clases, recreos, estudios, viajes, amores, desamores, distancias, logros, y un largo etcétera), no me resulta extraño que despertara con esa canción en los labios. Porque al final, siempre nuestros amigos estarán ahí.
Ahora, creo que si bien la mayoría podría compartir conmigo esta última afirmación, creo fehacientemente que la amistad no es gratis, ni nos cae azarosamente como la lluvia. Puede que como la lluvia azarosamente un grupo de niños empiece su formación escolar en una misma escuela, en una misma aula; que un grupo de jóvenes adolescentes deseosos de ser ya adultos, empiecen juntos azarosamente una misma formación profesional, pero todo lo que ocurre después deja de ser azaroso y pasa a ser elección.
Para mí la amistad tiene más de elección y de una serie de actos de amor, de constancia, de interés, que se nutren con las todas las experiencia compartidas. Si ayer un grupo de amigas entre las cuales algunas no se veían hace más de 10 años podían sentirse igualmente en confianza, como si el tiempo no hubiera transcurrido, creo que en mucha medida depende de cuánto hemos “depositado” en esa cuenta bancaria emocional que requiere toda relación humana, entre ellas la amistad.
¿Y a qué hago referencia cuando menciono este término tan utilitario y monetario, en apariencia, como es la “cuenta bancaria emocional”?
“Todos sabemos lo que es una cuenta bancaria. En ella efectuamos depósitos y constituimos una reserva de la que podemos exigir reintegros cuando los necesitamos. La «cuenta bancaria emocional» es una metáfora de la confianza incorporada de una relación. Es el sentimiento de seguridad que tenemos respecto de otro ser humano.
Si aumento mis depósitos en una cuenta bancaria emocional de la que hago a usted depositario, mediante la cortesía, la bondad, la honestidad, y mantengo mi compromiso con usted, yo constituyo una reserva. La confianza que usted tiene en mí crece, y yo puedo apelar a esa confianza muchas veces, en el caso de que la necesite. Incluso puedo equivocarme, y ese nivel de confianza, esa reserva emocional, compensará la diferencia. Puede que mi comunicación no sea clara, pero usted me entenderá de todos modos. Cuando la cuenta de confianza es alta, la comunicación es fácil, instantánea y efectiva.
(…) Cuando uno se encuentra con un antiguo compañero de la escuela media que no ha visto durante años, puede retomar la relación exactamente donde la había dejado, porque allí están todavía los antiguos depósitos. Pero las cuentas con las personas con las que interactuamos más frecuentemente requieren de depósitos más constantes. Las interacciones diarias o las impresiones que dejamos (de las que ni siquiera nos damos cuenta) determinan a veces reintegros automáticos. Esto es especialmente cierto con respecto a los adolescentes.
(…) Construir y reparar las relaciones lleva tiempo.
(Stephen R. Covey, Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva)
Y es justamente el tiempo, los buenos tiempos pasados juntos, entre amigos, lo que hace que podamos disfrutar de una amplia cuenta bancaria emocional. Con el tiempo podemos caer en ocasiones en la ingratitud o el distanciamiento, pero qué importante tomar acción, buscar retomar el contacto, volver a realizar depósitos (un correo electrónico por el día de su cumpleaños, una llamada inesperada, una visita, un cambiar la siesta del domingo por visitar al amigo que extrañamos…)
Y este principio de la cuenta bancaria emocional se aplica a todas las relaciones íntimas, cercanas que mantenemos: amistad, pareja, matrimonio, padres-hijos; aplica también para las relaciones laborales. Seamos conscientes o no de su existencia, todos hacemos depósitos y retiros o reintegros. Mientras mayor sea la cantidad y calidad de los depósitos mayor posibilidad de que la relación sea lo suficientemente fuerte y sana como para dar cabida a los retiros que siempre se pueden presentar.
Stephen Covey nos presenta 6 depósitos principales que son capaces de constituir o fortalecer una cuenta bancaria emocional:
1. Comprender al individuo: para poder hacer depósitos primero tengo que observar, conocer, interesarme por el otro.
2. Prestar atención a las pequeñas cosas: a diferencia de lo que ocurre en los bancos donde los billetes de mayor monto son los más valorados, aquí cuentan más los detalles pequeños significativos que las grandes acciones. La constancia antes que solo el golpe de suerte de ganarse la lotería.
3. Mantener los compromisos: es una forma de decir “tú me importas”, “nuestra amistad, nuestra relación, me importa”. Llegar, por ejemplo, a la actuación de nuestro hijo antes de que inicie y regalarle nuestra presencia allí a pesar de todos los pendientes en la oficina.
4. Aclarar las expectativas: compartir qué espero yo de esta
interacción, de esta relación, preguntar, interesarme por conocer la expectativa del otro. Hacerlo es una forma de clarificar esas letritas pequeñas que suelen estar en los contratos y que si no leemos nos podrían traer graves problemas a posteriori.
5. Demostrar integridad personal: actuar lo que pensamos, sentir lo que decimos.
6. Disculparse sinceramente cuando realiza un reintegro: el saber que existe una cuenta bancaria emocional y que tenemos allí depósitos no nos da carta blanca para hacer retiros indiscriminados. Todo lo contrario, nos compromete a cuidar esa cuenta y si sucede que retiramos por alguna acción (u omisión) un monto importante, reconocerlo y pedir disculpas de corazón.
Todos tenemos personas que son las que más nos gustan en la vida, aquellas que escogeríamos para pasar el día, un viaje, la vida entera. La invitación de esta semana es a que nos preguntemos cómo está el estado de pérdidas y ganancias de las cuentas bancarias que mantengo con dichas personas.
¿Realizo depósitos de manera constante?, ¿cuáles son los depósitos que más valora la otra persona?
¿Qué quiero hacer diferente a partir de ahora para cuidar esas cuentas bancarias emocionales?
¿a quién pediré ayuda, soporte para asegurarme de estar logrando mi compromiso de la mejor manera posible?
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