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Cambiar de lugar



Desde hace un par de semanas, gracias al cambio de mi dirección laboral, vengo viviendo la oportunidad de ser “peatón” en esta gran y un poco salvaje Lima por exactamente 3 cuadras, bueno 6 en total. 3 a la mañana, y 3 al finalizar el día. En ese brevísimo tramo estoy soy testigo de cómo los autos simplemente no reparan en la existencia de los peatones, no importa si estos autos son taxis, camionetas último modelo, combis, autos grandes o pequeños. Para cualquiera que sea peatón de esta gran Lima o de cualquier ciudad con un tráfico similar, esta descripción seguramente no le llamará la atención en absoluto.

Más no es mi interés reflexionar acerca del tráfico; sino de las personas que apreciando la vida y queriendo respetarla, cuando estamos al volante simplemente no olvidamos de demostrarlo y manejamos (o vivimos) con muchas de las conductas y actitudes de aquellos a quienes criticamos. Haciendo este ejercicio de autoconsciencia, me he descubierto a mi misma en más de una ocasión con alguna conducta tras el volante que de estar del lado del peatón seguramente me sorprendería. Y lo cierto es que muchas veces me he dado cuenta.

De ahí la enorme ganancia de tener la oportunidad de “cambiar de lugar”, así sea por un tramo tan breve como lo son 6 cuadras en todo un día. El día a día, la rutina, el movernos en un mismo entorno, creo que termina por anestesiarnos. Dejamos de reparar en aquello que quizás de jóvenes siempre buscamos, o que soñábamos siendo niños. La experiencia pasar al lugar del peatón siendo habitualmente conductor, así sea por tan breves momentos, me deja una lección enorme.

Como bien se imaginaran me he propuesto y fijado algunos objetivos concretos para ser nuevamente una conductora más respetuosa, no solo de las Normas, sino de las personas que se tienen que enfrentan a la jungla de autos que recorre las calles. Además quiero que esta experiencia me ayude a recordar la importancia de buscar cambiar de lugar. Vivir aunque sea breve, las experiencias desde el lugar del otro.

Cuando no comprenda a alguien, cuando piense que alguien no me comprende, creo que será un excelente ejercicio al menos imaginar estar en el lugar del otro. ¿Será que desde allí comienzo a entender sus reacciones, miedos, rechazos, intervenciones, faltas de iniciativa, de amabilidad, de confianza?

Hace poco una excelente amiga que tiene una enorme sabiduría a pesar de su juventud, me compartía que a raíz de encontrarse temporalmente enferma había tenido que “cambiar de lugar”, de ejecutiva exitosa a persona que debía guardar reposo, vulnerable y con tiempo para ser atendida y visitada. Le habían preguntado, otra muy sabia persona, ¿para qué crees que te has enfermado?... En su caso, esta experiencia le había permitido recordar lo que de verdad importa y cuestionar sus prioridades. A veces no elegimos cambiar de lugar, el cambio simplemente llega. Cuando esto nos sucede acordémonos de preguntarnos: ¿para qué me está sucediendo esto?, ¿qué puedo aprender?, ¿qué mensaje me está dando la vida con esto?

Mi invitación para esta semana es que nos animemos a identificar qué lugar me gustaría cambiar (sea un lugar físico, de actividad, rutina, o mental-emocional). Y una vez identificado nos animemos a experimentarlo para descubrir qué podemos aprender, disfrutar, de esa nueva experiencia.

Comentarios

  1. El mas minimo de los cambios puede darnos perspectivas distintas en la vida, totalmente de acuerdo contigo. De aqui el reto de asumir el cambio para mejorar o simplemente para cuestionarnos lo que hacemos.

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