Por primera vez realizo la entrega de esta columna un día después de mi ya clásico domingo. Problemas técnicos y una falla de previsión de mi parte impidieron que pudiera conectarme y compartir mi propuesta de reflexión de la semana. A quienes se quedaron a la espera, mis disculpas, y hoy me pongo al día.
Así como disfruto tanto del Principito, otra de mis lecturas favoritas son las historietas de Mafalda. Cada uno de los personajes me es entrañable. Y pensando en lo que representan las expectativas en nuestra vida recordé, con una pizca de humor, esta tira donde Miguelito llama “amarreta” a la vida.
Me ha ocurrido, en más de una ocasión, que el hecho de no ver mis “expectativas” cubiertas me ha generado algún sentimiento negativo. En algunos casos tristeza, desilusión o incluso frustración. El esperar algo, esperar a alguien, esperar un momento, creo que es algo muy humano. Pero se me antoja que cuando anteponemos nuestra expectativa a la realidad, tenemos en la mano y por adelantado, el billete a la frustración y la desilusión.
Si nos animamos a escarbar, ahondar en nuestras expectativas, encontraremos que muchos de los guiones que las componen están llenos no de profundos anhelos de nuestro corazón, sino más bien de interminables frases que suelen comenzar por: “debería ser así”, “tendría que ser de tal o cual manera”. Y sucede así que cuando nos enfrentamos con la realidad, y esta no cumple o no cuaja con lo que “debería ser” surge la tristeza, el enojo, la desilusión.
Y me pregunto, ¿qué pasaría si me atreviera a cuestionar mis expectativas?, ¿qué pasaría si dejo a la realidad, a la vida, a las personas, mostrarse tal cual vienen para mí y me atrevo a disfrutar, degustar? Encuentro que en muchas ocasiones nos privamos, o en todo caso, me he privado, de vivir de manera más libre y plena a causa de mis compañeras mentales, las expectativas.
Hace un tiempo cayó en mis manos esta frase de Nikos Kazantzakis y confieso que a primera lectura no llegó a cuajar en mí plenamente.
“No temo nada, no espero nada, soy libre”
Si no temo nada, si no espero nada, puedo entonces vivir realmente el aquí y el ahora y permitirme disfrutarlo, sentirlo, apreciarlo.
Reconozco que no me parece tarea fácil; pero la alternativa de dejar que nuestras expectativas (más aún cuando muchas de ellas están “formateadas” más desde el exterior que del interior) sean quienes determinen cuanto podemos apreciar, disfrutar aquello que la vida nos ofrece, aquello que las personas tienen para ofrecernos, aquello que nosotros mismos podemos dar, lograr... me parece que vale totalmente la pena el esfuerzo por comenzar a desenmascararlas.
Una pista para estar atentos ante el asalto (a veces a mano armada) de nuestras expectativas, es poner atención en los “debería”. Compartía hace poco en un diálogo de coaching cómo estos “debería” están tan presentes en nuestro vocabulario (y por ende en nuestra vida). Y la pregunta era, nos detenemos a pensar: ¿según quien “debería” ser así?
Si hemos crecido pensando que los corazones son rojos y un día recibo un corazón color verde ciruela, ¿va a dejar de ser una expresión de amor acaso?, si en mi familia, en mi país, la tradición en Navidad es comer pavo por ejemplo, una Navidad con una tradición diferente, ¿tendría que ser necesariamente menos Navidad? Si solo fuera nostalgia lo que nos provocara el no tener pavo para la cena, sería incluso un sentimiento de tierna añoranza; pero qué pasa si dejo que esa comparación con mi expectativa me nuble la vista, el sentido del gusto y no me permita si quiera disfrutar de una cena con tacos y enchiladas.
Mi invitación hoy es por ende a que nos volvamos sanos rebeldes frente a nuestras expectativas, que nos permitamos cuestionarlas, retarlas. La pista de los “debería” es para mí como una llave mágica que me ayuda estar atenta. Pero seguro hay muchas más, y cada uno podrá descubrir la suya.
Me despido entonces en clave de coaching siempre con preguntas:
¿En qué momento, con qué persona(s) dejo que mis “expectativas” me impidan disfrutar, apreciar el aquí y el ahora?, ¿qué haré diferente a partir de ahora?
Así como disfruto tanto del Principito, otra de mis lecturas favoritas son las historietas de Mafalda. Cada uno de los personajes me es entrañable. Y pensando en lo que representan las expectativas en nuestra vida recordé, con una pizca de humor, esta tira donde Miguelito llama “amarreta” a la vida.
Me ha ocurrido, en más de una ocasión, que el hecho de no ver mis “expectativas” cubiertas me ha generado algún sentimiento negativo. En algunos casos tristeza, desilusión o incluso frustración. El esperar algo, esperar a alguien, esperar un momento, creo que es algo muy humano. Pero se me antoja que cuando anteponemos nuestra expectativa a la realidad, tenemos en la mano y por adelantado, el billete a la frustración y la desilusión.
Si nos animamos a escarbar, ahondar en nuestras expectativas, encontraremos que muchos de los guiones que las componen están llenos no de profundos anhelos de nuestro corazón, sino más bien de interminables frases que suelen comenzar por: “debería ser así”, “tendría que ser de tal o cual manera”. Y sucede así que cuando nos enfrentamos con la realidad, y esta no cumple o no cuaja con lo que “debería ser” surge la tristeza, el enojo, la desilusión.
Y me pregunto, ¿qué pasaría si me atreviera a cuestionar mis expectativas?, ¿qué pasaría si dejo a la realidad, a la vida, a las personas, mostrarse tal cual vienen para mí y me atrevo a disfrutar, degustar? Encuentro que en muchas ocasiones nos privamos, o en todo caso, me he privado, de vivir de manera más libre y plena a causa de mis compañeras mentales, las expectativas.
Hace un tiempo cayó en mis manos esta frase de Nikos Kazantzakis y confieso que a primera lectura no llegó a cuajar en mí plenamente.
“No temo nada, no espero nada, soy libre”
Si no temo nada, si no espero nada, puedo entonces vivir realmente el aquí y el ahora y permitirme disfrutarlo, sentirlo, apreciarlo.
Reconozco que no me parece tarea fácil; pero la alternativa de dejar que nuestras expectativas (más aún cuando muchas de ellas están “formateadas” más desde el exterior que del interior) sean quienes determinen cuanto podemos apreciar, disfrutar aquello que la vida nos ofrece, aquello que las personas tienen para ofrecernos, aquello que nosotros mismos podemos dar, lograr... me parece que vale totalmente la pena el esfuerzo por comenzar a desenmascararlas.
Una pista para estar atentos ante el asalto (a veces a mano armada) de nuestras expectativas, es poner atención en los “debería”. Compartía hace poco en un diálogo de coaching cómo estos “debería” están tan presentes en nuestro vocabulario (y por ende en nuestra vida). Y la pregunta era, nos detenemos a pensar: ¿según quien “debería” ser así?
Si hemos crecido pensando que los corazones son rojos y un día recibo un corazón color verde ciruela, ¿va a dejar de ser una expresión de amor acaso?, si en mi familia, en mi país, la tradición en Navidad es comer pavo por ejemplo, una Navidad con una tradición diferente, ¿tendría que ser necesariamente menos Navidad? Si solo fuera nostalgia lo que nos provocara el no tener pavo para la cena, sería incluso un sentimiento de tierna añoranza; pero qué pasa si dejo que esa comparación con mi expectativa me nuble la vista, el sentido del gusto y no me permita si quiera disfrutar de una cena con tacos y enchiladas.
Mi invitación hoy es por ende a que nos volvamos sanos rebeldes frente a nuestras expectativas, que nos permitamos cuestionarlas, retarlas. La pista de los “debería” es para mí como una llave mágica que me ayuda estar atenta. Pero seguro hay muchas más, y cada uno podrá descubrir la suya.
Me despido entonces en clave de coaching siempre con preguntas:
¿En qué momento, con qué persona(s) dejo que mis “expectativas” me impidan disfrutar, apreciar el aquí y el ahora?, ¿qué haré diferente a partir de ahora?
...es curioso, mafalda es una de mis idolas, por decirlo asi.
ResponderEliminarHace algun tiempo mi madre me hizo un comentario, que para ser sincera, me dolio, ella dijo:"has cambiado, antes saltabas por toda la casa, reias a carcajadas y no dejabas de cantar, que paso?", me di cuenta que no sabia en que momento me perdi, o en todo caso cuando fue que perdi el control sobre mi,
yo era libre, feliz,
he tenido experiencias buenas y malas, y no las cambiaria, estan ahi y pasaron por algo,
si la pregunta es: soy feliz? puedo decir que si,
si la pregunta es: soy libre?...no, soy presa de un "debo" o de un "tengo", y de que las cosas "son de determinada manera"
...porque no puede existir una rosa azul y un lirio rosa casi blanco?,
que hacer?...cambiar el "debo y tengo" por el "quiero y deseo", no pensar tanto y reir mas, solo quiero respirar sin pensar cada segundo que "tengo" que hacerlo,
como dije en algun momento, paso a paso, vamos a ver que pasa, solo quiero ser feliz y poder disfrutarlo, sin limitarme yo misma, cuando miro alrededor nadie me limita, soy "solo" yo...un dia a la vez,
saludos,
fabiola