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Mostrando entradas de noviembre, 2010

El Zorro, las rosas y un hermoso Principito

"Lo esencial es invisible a los ojos"... Es quizás para mi una de las frases mas sencillas pero profundas que atesoro en el corazón desde que leí El Principito por primera vez(ya perdí la cuenta por qué número de re lectura voy al día de hoy). Y cuando mas agitada esta la vida de uno, cuando mas cosas nos suceden y nos pueden preocupar, agotar, cuestionar... es cuando con mayor razón requiero volver a las palabras del Principito para que en su enorme sencillez y profundidad me recuerde cuantas cosas maravillosas e importantes son invisibles a los ojos. Aquí les comparto el capítulo XXI, uno de mis más grandes favoritos: CAPÍTULO XXI Fue entonces que apareció el zorro: - Buen día - dijo el zorro. - Buen día – respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie. - Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el manzano... - Quién eres ? – dijo el principito. – Eres muy bonito... - Soy un zorro – dijo el zorro. - Ven a jugar conmigo – le propuso el

Caminante en la ciudad

Si la memoria no me falla, esta es la cuarta ocasión en que tengo la oportunidad de escribir mi entrega de Coaching Ahora desde un lugar ajeno a Lima (mi ciudad del día a día), y como suele ocurrir cuando estamos fuera de nuestro lugar habitual, en estos breves días de desconexión me maravillaba con cosas simples y bellas. Es verdad que he tenido la suerte de pasar el fin de semana en una de las playas más bellas del norte de nuestro país (Las Pocitas en Máncora); y cierto es que no siempre tenemos la oportunidad de escaparnos de la locura de la ciudad a lugares así. La pregunta que se me venía a la mente es ¿cómo hacer para que en nuestro día a día podamos vivir en nuestras ciudades con ese espíritu que nos acompaña cuando estamos de viaje? Y no me refiero la a actitud del “turista” con la cámara de fotos en mano olvidando incluso de apreciar la belleza por estar pedido detrás del lente o queriendo si o si llegar a la Mona Liza y perdiéndonos en el camino maravillosas obras de

El niño pequeño

Hoy me gustaría compartir con ustedes un cuento muy especial: EL NIÑO PEQUEÑO de Helen Buckelin Había una vez, un niño pequeño que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeño y la escuela muy grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz y la escuela no le pareció tan grande. Una mañana, la maestra dijo: - Hoy vamos a hacer un dibujo. - ¡Qué bien!- pensó el pequeño-. Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestra dijo: - ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar flores. - ¡Qué bien! -pensó el niño. Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y azules. Pero la maestra dijo: - ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! - y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo verde. Ahora -dijo-

Recibir al Dar

Era viernes, final de día. Venía de tener una semana intensa, mucho trabajo, muchos pendientes, cantidad de urgencias. Pocas horas de sueño, muchas horas frente al computador. Contaba los minutos para que mi semana laboral medianamente terminara pues me sentía me sentía especialmente cansada. Un rico sándwich, generosamente preparado para mí por dos ángeles que tengo cerca, estuvo esperando durante todo el día por mí, y en la locura del día no me di el tiempo de comerlo. Cuando finalmente estaba por salir del trabajo, recordé el sándwich y no quise dejarlo aunque tampoco tenía hambre en ese momento. Se me ocurrió tomarlo y seguramente encontraría a alguien a quien se lo pudiera invitar. Así fue como salí de la oficia, bolso en un lado, mochila al hombro y el sándwich en la mano bien envuelto; y por dentro, sintiendo que una aplanadora había pasado por encima mío ida y vuelta. En el camino hasta la calle, pasando por el ascensor, el lobby del edificio y la frente; no encontré a