Hace un par de semanas (mientras manejaba por la Costa Verde) camino a una reunión de trabajo sonó una canción en la radio que me encanta y me provocó elevar las manos y lanzarme a bailar. Estaba a punto de hacerlo y miré por el espejo de mi tapasol para animar a mi pequeño principito a que se lanzara a bailar también al son de la música y oh…. por un momentito se me heló el corazón… la silla de bebe estaba vacía. Luego recordé, iba camino a una reunión y mi pequeñito se había quedado en casa.
Acostumbrada como estoy o mejor dicho, como he estado, a estar todo el día en dupla maravillosa con mi chiquitín me tomó por sorpresa el encontrar la silla vacía y mi segunda sorpresa fue descubrir que no me atrevía a lanzarme a bailar y cantar como loquita estando yo sola en el auto, cuando es algo que he venido haciendo en el ultimo año gracias al maravilloso regalo de haberme convertido en mamá.
Y me di cuenta total de que además de todas las bendiciones (y desafíos) que significa convertirse en mamá, hay también una licencia maravillosa para volver a ser un poco niñ@ y poder bailar y cantar en el auto, dar brinquitos por las calles, descubrir el placer de pasear sin ningún destino en particular, volverte a ensuciar con la tierra, llevar el ritmo en el supermercado con el carrito de compras, o empujarlo al revés para que sea más divertido el paseo, y un largo etcétera.
Y encuentro que este “darnos permiso para jugar” no entra en conflicto con el rol ineludible de educar y formar. Creo más bien que puede ser un regalo maravilloso para nuestros hijos el dejarlos ver en vivo y en directo que podemos y queremos disfrutar de los días, del tiempo juntos, del regalo de estar vivos.
Al crecer, casi invariablemente nos vamos acartonando, vamos perdiendo (o dejando) la espontaneidad, la capacidad de maravillarnos, por eso hoy me siento tan afortunada y agradecida de este regalo inesperado que me dado la maternidad, ¡darme permiso para jugar! Y ahora, en mis manos está el decidir conservar y seguir disfrutando de este regalo (incluso si algún día estoy yo sola en el auto y así y todo atreverme a bailar!)
Y en clave de coaching:
¿Con cuánta frecuencia me doy “permiso para jugar”? , ¿cómo me siento al hacerlo?
¿Cómo podría liberarme de los “no puedo”, “no debo” para permitirme disfrutar más?
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