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Cuando llega el momento de soltar...


La semana pasada nuestro pequeñín comenzó una nueva etapa que me ha hecho sentir que cada vez más tengo a mi lado un pequeño niño y cada vez menos un bebé. Imposible no sentir una nostalgia enorme… Comenzó a ir a un Nido cerca de casa (maravilla total poder ir caminando un par de cuadras) tres veces por semana, tres horitas. Al comentarlo con mis amigas, la mayoría me preguntó si había llorado, y lo cierto es que no, no he llorado, pero también es porque no lo he dejado hasta ahora, sino que estamos yendo juntos (por ende en algún sentido he tenido yo también mi primer día de Nido como mamá). Y seguiré yendo con él hasta el momento que seguramente el mismo me despida en la puerta, y ahí seguramente lloraré… 

No sé cuánto tiempo pase hasta que eso ocurra, será mucho, será poco, lo que si tengo claro es cómo me gustaría vivir ese momento. Quiero que cuando ocurra tanto él como yo estemos al tanto. No quiero escabullirme a sus espaldas cuando más divertido esté, sino hacerle adiós mientras me voy y el sonría o incluso ponga carita triste pero me haga adiós también porque sabe que está en un buen lugar, rodeado de gente buena, de amiguitos y que yo volveré. Y yo le sonreiré así tenga el corazón más que arrugadito.

 

Y para que ese momento llegue y lo podamos vivir así, estoy convencida de que mi mayor desafío será soltar. Soltar para mi significa aceptar que alguien más lo pueda cuidar, querer, cambiar el pañal, y que seguramente no lo hará como yo lo hago, y eso me cuesta muchísimo. Me cuesta imaginar que se quedará más tiempo del que yo quisiera con el pañal sucio porque hay otros niñitos que también necesitan ser atendidos, y seguramente a él no le importará e incluso lo ayudará el saber que muchas veces nos tocará esperar, por eso mi mayor y enorme desafío será y es soltar.

 

Mientras escribo cómo puedo ayudarme a soltar, a no caer en la “parálisis por análisis” (esa necesidad de pensar y analizar tanto todo que al final nos impide actuar o dar algún paso) o la famosa “racionalización” donde seguramente podría encontrar argumentos muy lógicos (e incluso evidencias) que me permitan afirmar que realmente en el Nido no va a estar bien cuidado y que mejor deja de ir o mejor aun voy yo con el toda la vida hasta que se gradúe de la Universidad! Se que exagero pero el mismo hecho de haber decidido construir mi vida profesional y de mamá de forma complementaria, hace justamente que pueda (y se que es un regalo enorme) poder acompañar a mi pequeñín en esta etapa de conocer y acostumbrarse al Nido y también estar tan cerca puede hacerme más difícil el alejarme.

 

Ha sido ya un regalo enorme ver como el primer día ya había cogido de la mano a su miss para llevarla a otro lado, y el segundo le dio un besito a la auxiliar, cuando él guarda muy celosamente sus besitos (y nosotros los atesoramos enorme y dejamos que sea él quien decida cuando y donde brindarlos). El tercero se fue solo a explorar otro patio y yo tuve que elegir no salir detrás de el y pedirle a la auxiliar que lo acompañara. Que él se sienta tranquilo y se mueva tranquilo es mi mayor regalo y seguridad. Por lo mismo sé que el mayor desafío para dejarlo en el Nido no será quizás tanto de él sino para mí… nuevamente soltar.

 

Concentrarme y poner mi atención en estos pequeños grandes pasos positivos creo que es la estrategia más saludable y bonita para hacer esta transición. Reconocer mis propios miedos y defectos (por ejemplo mi gusto por intentar controlarlo todo), para saber a qué me enfrento y por tanto antes de actuar de manera automática (por ejemplo, seguirlo) decidir como quiero en verdad actuar, qué es lo que más lo ayudará a él y a mí.

 

Quiero confesar que la única forma que encontré para poder soltar mi cuasi cuidado exclusivo de sus necesidades y poder retomar actividades laborales fuera de casa, paso por preguntarle a la chica que me ayuda en casa si ella se animaría a cambiarle el pañal, me dijo que si, y un día simplemente salí por más tiempo, y ella le cambio el pañal, y así yo no estuve cerca para opinar, ni ayudar ni tampoco criticar su forma de hacerlo. Y así fuimos todos felices. Siempre que estoy en casa yo me encargo, si yo salgo, ella me ayuda, y así yo no audito ni superviso su apoyo, sólo lo agradezco.

 

Y me toca hora concentrarme no en las pequeñeces que puedo encontrar como potenciales defectos, sino en las hermosas ganancias que tendrá mi pequeñín gracias a esta nueva etapa. Imaginarlo al terminar el año teniendo tanto cariño por su miss, por la auxiliar, por sus compañeros de clase! Amando ir a pasar el tiempo con ellos. Y qué mejor regalo que eso.

 

Así en clave de Coaching podemos plantearnos:

 

Qué quisiera “soltar” para poder disfrutar de mi maternidad más plena y felizmente?

 

Qué ganaré cuando haya logrado “soltar”?

 

Con quién puedo compartir esto que me cuesta para tener un aliado/a en la aventura que emprendo?



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