Hace varios años ya (van a ser 6… ¡Increíble cómo pasa el tiempo!), celebraba mi cumple con un día maravilloso y la mejor compañía en una ciudad hermosa al borde del Mediterráneo: Vilanova i la Geltrú, donde queda el museo de ferrocarril más “maco” (guapo) del mundo… Me perdonarán si divago un poco pero son demasiados bellos recuerdos.
Paseando por la playa nos quedamos prendidos de tres pequeñitos cuyas edades irían de 5 el mayor a 1 o menos de 1 el menor… aproximadamente (¡Incluso ahora que soy mama sigo siendo muy mala para estimar las edades!) Ellos estaban muy entretenidos escalando un peñasco mientras su papa los miraba desde unos cuentos metros atrás. Entre los dos mayores ayudaban al más pequeñín (que parecía aun no caminaba del todo pero era muy diestro gateando) a subir las rocas más grandes. Realmente era una delicia observarlos. Reconozco que además de disfrutar en algún momento sentí preocupación por el más chiquito (¿cuánto nos gusta preocuparnos no?) porque literalmente estaban en medio de rocas pero era imposible no reconocer lo bien que lo estaban pasando y como cada uno estaba aprendiendo y ayudando al otro. El padre notó que nos habíamos quedado allí prendidos de sus pequeños y nos sonrió. Fue natural preguntarle:
- ¿Son tuyos?
- Si… (con una sonrisa)
Pero luego se corrigió sobre la marcha:
- Míos no, son suyos… (y sonrió aún más).
Nosotros también sonreímos y seguimos nuestro camino. Quedé fascinada con esa postal y esa lección, decidí atesorarla y sabía que llegaría el momento de acudir a ella. Ahora que me he convertido en mamá la tengo muy presente pues es mi mayor ilusión y decisión ser una mama que acompañe, guíe en lo que pueda, sostenga, acune, mime, acoja, y deje también. Creo que dejar es incluso más desafiante que cuidar porque requiere desprendernos de ese espíritu hiper protector que puede llegar a envolvernos.
Recuerdo mucho que cuando mi bebe cumplió 9 meses fue un hito muy importante para mí pues me reconocí en voz alta y baja: “es oficial, tu bebe hermoso ya ha pasado más tiempo en el mundo exterior que en tu mundo interior, es ya mas parte del mundo que de ti…” Y soy una convencida de que importa y mucho las palabras que nos decimos y que decimos a quienes están a nuestro alrededor, más aun si se trata de esas pequeñas personitas que están creciendo, formándose, creándose con nosotras como principales testigos y espejos.
Seguramente si preguntan a mi mamá o a mi suegra si me encuentran una “mamá pollito” que quiere cuidar y proteger mucho a su bebe les dirán que sí, y es verdad, pero es verdad también que si no tuviera la determinación y la ilusión de respetar a esa pequeña personita que es mi bebe sería una mamá pollito peor aún, mucho más invasiva y poco respetuosa. No aspiro a la perfección, no creo que sea posible y además debe ser muy aburrida; pero si quiero ser la mejor mamá que pueda en mí día a día, y para eso tener estas imágenes, recuerdos, historias, me resulta de muchísima ayuda.
Hace un par de días mi pequeño principito caminando (aun cogido a mi dedo) descubrió una pequeña rampa) en mitad de un boulevard y se quedó fascinado con ella. Subió, bajo, volvió a subir, volvió a bajar e incluso se sentó en ella. Recordé de inmediato un video que vi meses atrás que me regalo la importancia del disfrutar de las cosas más simples y pequeñas, esa capacidad tan hermosa que tienen los niños y que muchas veces los adultos frustramos al apurarlos, o llevarlos a nuestro propio ritmo. Me permití así acompañarlo en su simple y delicioso juego. Disfrutar con él de la maravilla de esa pequeña rampa. Dejarlo caminar en círculos, sin rumbo y maravillarse con la tierra de las macetas. Agradecí enorme el tener atesorado ese video pues mi estilo es mucho más acelerado y seguro me habría ido de frente llevándolo a los juegos. Aquí el link del video por si se animan a verlo:
http://www.youtube.com/watch?
Me despido con un saludo especial a ese padre respetuoso donde sea que se encuentre y en clave de coaching un par de preguntas:
¿Qué historias, recuerdos, imágenes… inspiran la clase de mamá que quiero ser?
¿Cuánto me parezco a dicha mamá en mi día a día?, ¿Qué estoy dispuesta a hacer al respecto y cómo me he de ayudar?
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