A raíz de la última entrega una de las personas que participa en la Lista de Distribución me planteó una pregunta muy interesante:
¿Cómo puedo darme cuenta que estoy en una zona de confort?
Me gustaría para esta semana, ensayar con ustedes algunas posibles respuestas.
La primera situación que viene a mi mente es quizás la más sutil. Estamos en nuestra “zona de confort” cuando no necesitamos esforzarnos ni movilizar nuestra energía, creatividad y talento para lograr algo. Cuando nos dejamos estar, como una pequeña rama a merced del viento. Claro que es gratificante estar tranquilo, sin estrés innecesario; pero no será que nos estamos perdiendo de vivir mejor y más intensamente. Si nada me desafía, ¿estaré desplegando todo mi potencial?; si no hay nada que me haga vibrar o esforzarme, ¿estaré viviendo la vida que soñé, que sueño, vivir? Allí quizás algunas señales para saber si estamos en una olla a punto de dejar de sentir nuestro propio cuerpo, como la rana del cuento.
La segunda situación la relaciono con una pequeña piedra en el zapato. Un tema (personal, laboral, familiar…) que nos generó en su momento incomodidad, tristeza, frustración y que terminó por quedarse allí, en el zapato. Y con el tiempo el pie pasó a acostumbrarse, pero sigue ahí, afectando nuestra pisada, provocando un ligero desequilibrio en nuestro andar. Pero sacar la piedra puede ser doloroso, enfrentar una conversación difícil, abrir una puerta que queremos cerrar, mirar nuestros propios miedos y anhelos. Podemos dejar la piedra allí, en el zapato, y seguir viendo. La pregunta que surge es, ¿cómo sería mi vida si me atreviera a sacar esa piedra del zapato?, ¿puedo imaginar cuán ligero podría comenzar a andar? O voy a dejar simplemente que la costumbre termine por mitigar lo que en verdad anhelo.
Finalmente la tercera zona de confort la asocio a una postura que solemos adoptar cuando nos enfrentamos a algo que no nos satisface y no podemos (al menos directamente) cambiar: “es lo que hay”. Una forma de expresar aceptación que sabe más a resignación porque no deja claro si me atreví a buscar que las cosas fueran diferentes. ¿Hablé, busqué, gestioné…? ¿Hice algo para modificar aquello que no me satisface? O simplemente me fui acostumbrando a que la temperatura del agua aumentara sin notar que me estoy quemando por fuera y cociendo por dentro.
Me despido con una pregunta final, ¿cuál es mi zona de confort?, ¿qué oportunidad estoy perdiendo por estar allí?
Comentarios
Publicar un comentario